jazz typewriter
los gordos hunden Telecinco en la parrillaCon toda seguridad, la mayor y más inagotable fuente de filtraciones periodísticas son otros periodistas, a los que no viene bien, no son capaces de sacarles jugo, incluso los que bregan para que no se publique lo que sea y llegan a jactarse después, hasta con pésimo gusto y en asuntos de la máxima gravedad. Pero lo que no sabe la mayoría de la gente, como si la exclusiva publicada tuviera ruido, e incluso alarmas y sirenas, normalmente vienen preferidas de lucha más intensa que la de encontrar aparcamiento cerca de la diputación de Cádiz, sea la competencia, trabajadores descontentos, parejas, familiares, a toda costa, por supuesto contra los perjudicaos que luchan por evitarlo con todas sus fuerzas y no menos efectivos. Siempre tiene más mérito si alcanza o perjudica a los más poderosos. De las filtraciones que se atribuyen a Julian Assange, las de la campaña contra Hillary Clinton, en realidad su asistente con aficiones sexuales muy parecidas a las del marido con las pertinentes pruebas más comprometedoras y de peor gusto que el vestido manchado de semen de su becaria, y sobre todo las de Catalunya mucho más relacionadas con los atentados de agosto 2017 que con el llamado procés que ni siquiera parecen entender sus protagonistas, otras menos conocida como la Operación Hotel, también conocída como Invitado, que consistía en sacar al australiano de la siniestra embajada en las que estuvo encerrado casi 7 años, son realmente los servicios secretos rusos bajo la firma o marca de su organización WikiLeaks. En España llevamos meses que se incendian plantas de reciclaje, casi como en otros países se achicharran redes de espionaje, que puede ser otro motivo de publicación de los propios, y no tanto ganar dinero con la publicación, otra falacia recurrente, como ahorránsela los propios filtradores, también conocidas como fuego amigo, de las palabras más contentas o mentadas en estos casos, pues no todos, especialmente los mencionados se distraen con la tinta del calamar o el aparatito. Lo digo porque en la época que se quemaban almacenes al final de la temporada de rebajas, 1 de esas me tocó trabajando en la prensa local, y con el periódico en cuadro con la gente de vacaciones. Además de enterarnos fácilmente, pues casi siempre se ve el humo por donde vivo, en 1 arranque de genio, el director o pelota máximo que nunca salía de la oficina en la que alguna vez también fueron a buscarlo, y no de buenas maneras, se me coló de copiloto hasta que en el terreno en el que practicamente nos conocíamos de otras veces, tanto policías como bomberos y otros periodistas, excepto el lameculos del medio que no hacía más que decir:
- Esto fue provocado, dirigidas al corresponsal del medio de comunicación nacional más importante y con su apodo poco o nada parecido a su firma que me ahorro como la aldea en la que empieza el Quijote. A mi favor, puesto que se había bajado de mi coche, cuando se acercaba la comitiva judicial, peritos del seguro, cualquier otro parecido, avisan a los periodistas, recuerdo otra vez comprometida que llegó 1 juez famoso conduciendo su propio coche, y nos dejaron hacer fotos después por cómo bajamos e incluso guardamos las cámaras cuando nos lo pidió. Cuando hubo sentenciado el asunto, se fue hacia el coche que había dejado convenientemente alejado al ser el incendio del almacén tan a conciencia que llegó hasta la fachada y el expositor, fue la única que vez que me dirigió la palabra el corresponsal del medio principal al que el director del mío consideraba máxima autoridad sobre el terreno.
- ¿Por qué me habla este gilipollas como si me conociera de toda la vida? Ni siquiera le contesté, pues igual que el resto de periodistas, sabía que tenía familiares en las altas esferas, y además de no apreciar ni darme por enterado siquiera de sus exclusivas, igual que mis compañeros colaboradores, cuando pasábamos cerca del fax, que era lo que se estilaba entonces, y veíamos alguna hoja con membrete de la policía de sus actuaciones casi como las de los telediarios, hacíamos todo lo posible para hacerla desaparecer tanto por la papelera como por el servicio, pues como cobrábamos casi la pieza y a veces los gastos generosamente, aquellas eran las que escribía y se anotaba el pelota que nunca salía de la oficina, mientras que en el resto de noticias no necesariamente de sucesos policiacos, daba casi lo mismo que le fuera, pero para la ocasión y el caso puedo asegurar que en alguna ocasión lo supe con anticipo porque nos poníamos de acuerdo para publicarlas todos a la vez cuando ya había salido la edición del corresponsal principal que jugaba con tanta ventaja. Casi conozco menos a Eduardo Inda que a Julian Assange, con el que me jacto de haber mantenido alguna conversación en la que me consultaba detalles tan importantes como el abogado que luego se echó, y motivo por el que lo supe, pero en lo que leí sobre él antes de su encierro, y sin disimulo, otros miembros de su organización le acusaban de notario, 1 ansia viva por llamar la atención y convertirse en protagonista del asunto, muy parecida a la del director de mi periódico la vez que salió de la oficina, mientras que el corresponsal del medio principal, los policías de a pie, cualquier otro personal de oficio tan reconocible como el de periodista, procurábamos pasar desapercibidos, que es lo propio del papel o papeles que nos tocan. Ni siquiera creo que haya tanta diferencia entre el pasado y el presente, si no fuera porque la nueva jerarquía la eligen máquinas o artilugios conocidos como content management server, CMS por sus siglas, pero tan servidores automatizados como el de correo electrónico y páginas web, jodidos robots que son putas máquinas para las que quieren dar la nota a toda costa y significarse hasta cuando sería recomendable lo contrario, con la diferencia que no hay ningún robot tan rematadamente tonto como los pelotas y lameculos de toda la vida.